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9 octubre, 2024
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EL ANALFABETISMO EN MICHOACÁN EN EL SIGLO XXI

Horacio Erik Avilés Martínez

Como antecedente funesto, durante todo este siglo se ha engañado a la población michoacana prometiendo y presumiendo logros en la lucha contra el analfabetismo en la entidad.

Nunca se cumple lo comprometido. El discurso se convierte en sinónimo de simulación y despilfarro de recursos materiales, humanos y financieros, sin que a la fecha consten avances significativos al respecto.

Más recientemente, antes de la pandemia los funcionarios estatales presumían resultados en materia de alfabetización. Pero, justamente, en los momentos más álgidos de los “otros datos”, llegó como un oasis de demografía, estadística y en general, de ciencia la serie de resultados del Censo Nacional de Población y Vivienda 2020, los cuales insuflan esperanza en cuanto a conocer nuestra realidad y transformarla verdaderamente. Son estos datos los que justamente permiten hacer un recuento de la situación que se vive y nos posibilitan la toma de decisiones vitales.

El analfabetismo se define por el INEGI como la incapacidad de leer y escribir un recado, especialmente entre personas mayores de 15 años. Dimensionarlo a fondo representa el fracaso absoluto de las políticas públicas en materia educativa, así como la completa ausencia de garantías en torno al derecho a la educación, especialmente, al derecho a aprender. No hay otro indicador educativo más cruento por todos los efectos que genera en el ser humano que es víctima de este flagelo. Sus impactos se plasman en lo económico, ya que quienes no saben leer ni escribir prácticamente quedan condenados de por vida a no ganar más de dos salarios mínimos en promedio; en lo político, porque quedan resignados a votar clientelarmente, a cambio de migajas; en lo familiar, al ser dependientes vitaliciamente y, por ende, marginados por sus propios seres queridos; en el autocuidado, por estar inermes ante cuestiones como los instructivos, las recetas médicas y la señalética para el transporte público; en lo social, donde prácticamente son invisibles; en el propio aprendizaje quedan soslayados al no poder ir a hombros de gigantes, ni aprender a aprender, quedando reducidos entonces a la tradición oral y al empirismo, a merced de contenidos teledirigidos y limitados para profundizar en la concepción de sí mismo, de sus semejantes, del Universo, del sentido de la vida y de muchos otros temas que ni siquiera llegan a ser planteados.

Se sabe que este fenómeno es propio de países sumamente subdesarrollados, con siglos enteros de retraso respecto a las naciones punteras del orbe. Por ende, consterna que siga existiendo analfabetismo en pleno Siglo XXI en Michoacán, entidad perteneciente a la decimocuarta economía del mundo y al décimo país más poblado. ¿Por qué habría de ensañarse este infamante flagelo social en la entidad con mayor valor de la producción agrícola, en la primera a nivel nacional en la recepción de remesas, poseedora de un gran puerto, de múltiples climas, riquezas hídricas, geológicas y forestales? La respuesta está en el gobierno, no en la dotación de factores; reside en el incumplimiento de las responsabilidades educativas gubernamentales, no en la capacidad académica de sus habitantes.

En Michoacán, el discurso oficial ha sido rimbombante, triunfalista y estentóreo. Este siglo no se ha parado de prometer y de lucrar con la esperanza de salir del rezago educativo, especialmente del analfabetismo. Pareciera ser que los políticos se dieron cuenta muy pronto que las personas que no saben leer mucho menos comentan en las redes sociales, no escriben artículos de opinión, no se organizan ni se movilizan. Por el contrario, se puede hablar a nombre suyo a placer y por ello, los politiqueros no vacilan en hacerlo una y otra vez. Al final saben que les resultaría casi imposible elaborar un oficio solicitando una auditoría o presentar una denuncia ante tribunal alguno. Se les pueden prometer imposibles con cierta probabilidad de que les crean. Incluso, los políticos más perversos pueden calcular sobre la ignorancia de los más desfavorecidos como una muy rentable mina de oro electoral, a corto, mediano y largo plazo.

En cuanto a promesas de campaña, en prácticamente todas las contiendas que ha habido para la gubernatura se han pronunciado alegremente los candidatos, derrochando promesas respecto a salir del rezago educativo y construir un futuro que, invariablemente resulta ser irreal. Así, se firmaron descomprometidamente varias agendas comunes con la ciudadanía, se empeñó la palabra con la sociedad civil y todo resultó ser falso. Una vez en el poder, se fijaron supuestos objetivos en los instrumentos de planeación. Desde los planes estatales de desarrollo no se titubeó en afirmar que se saldría de la ignorancia. Solo fueron mentiras.

Por supuesto, el discurso oficial se llenaba de vanagloria y autoelogios a la más mínima oportunidad. Los gobernantes que tuvieron oportunidad de imbuir a la ciudadanía ideas de supuesta mejora no se tentaron el corazón para hacerlo, faltando rampantemente a la verdad. Se hablaba de la alfabetización como un “buque insignia”, de Michoacán como un estado con “banderas blancas”, de una transformación en materia educativa, de un “nuevo comienzo”. Todas resultaron ser frases desgastadas mucho más propias de embaucadores profesionales que de funcionarios responsables.

Todos aquellos que aspiran a obtener algo a cambio, como los grupos-mascota, las asociaciones gobiernistas, los lobbies de negocios y confesionales, las agrupaciones políticas, los académicos colaboracionistas, los medios de comunicación, así como ciudadanos en conflicto de intereses, en estado de ignorancia, de ingenuidad o de profunda perversidad no vacilaron en hacer odas, aplaudir y legitimar las mentiras oficiales. El escepticismo y la duda filosófica fueron activos muy escasos en una sociedad acostumbrada al paternalismo, dada a tomar como hechos ciertos y consolidados los cheques de saliva de los funcionarios.

El engaño más reciente ocurrió en el presente sexenio. En esta ocasión no se hizo un programa “Alfa TV” como en el periodo 2005-2008, pero se siguieron fondeando las actividades del INEA, se siguieron haciendo anuncios rimbombantes y se continuó enarbolando un discurso seudo alfabetizador que quedó reducido al absurdo después del censo de 2020.

Por ejemplo, en septiembre de 2019, al gobernador de Michoacán le pasaron un mensaje que aseveraba ya se habían erradicado 104 mil personas en situación de analfabetismo a cuatro años de su gobierno; partiendo de una cifra de 270 mil personas en esa situación en 2015, de la cual se presumía en septiembre de 2018 ya ser solamente 205 mil. Se hablaba entonces de 65 mil alfabetizados en los tres primeros años del actual gobierno estatal, así como de 39 mil en el periodo 2018-2019. Hoy, nos encontramos en una situación análoga a la de 2011, cuando exhibimos las cifras del Censo de 2010, cuando se dijo que se alfabetizaron entre 2005 y 2008 a 257 mil personas, partiendo de una cifra de 357 mil, para llegar finalmente a toparse de bruces con la realidad de que aún persistían 305 mil 178 personas en situación de analfabetismo, estando entonces perdida una multitud de 205 mil personas alfabetizadas que no lo fueron.

En 2021, al ritmo que se sostenía de, al menos 21 mil personas alfabetizadas entre 2015 y 2018, sumadas a las 39 mil personas de 2019, más dos años en los que no se declaró al respecto, implicaría

que hubiera ya solamente 166 mil analfabetas, sin considerar un solo alfabetizado en medio ciclo del 2019-2020, cuando en promedio se deberían de haber alfabetizado, al ritmo aducido, al menos 10 mil personas más, por lo que deberían de estarse reportando alrededor de 156 mil personas analfabetas solamente. Pero el Censo arrojó 242 mil 339 mayores de 15 años en estas condiciones; con lo que, aun retirando la estimación realizada, se trataría de 76 mil personas alfabetizadas que no son tales, pero que, interpolando la tasa de seudo alfabetización podrían crecer a 106 mil.

Es decir, en 10 años; en 3 mil 650 días, si es que no se fueron de Michoacán, no fallecieron, o no lo hicieron por medios propios, las dependencias educadoras y alfabetizadoras del estado lograron la pírrica cantidad de 17 alfabetizados al día, en el mejor de los casos. El gasto fue de centenares de millones de pesos, aún por precisarse.

Recordemos que, el Censo Nacional de Población y Vivienda 2020 muestra que, de las 242 mil 339 personas analfabetas, 136 mil 076 son mayores de 60 años, por lo que el 56.15% son adultos mayores. Entonces, la inacción y la simulación en la alfabetización hacia adultos mayores conlleva una fuerte carga eugenésica, ya que implica selección natural para dentro de uno o dos censos. Como ejemplo infamante, 77 por ciento de las personas mayores de 85 años en Michoacán son analfabetas, cifra que se reduce al 15 por ciento entre las personas de 60 a 64 años.

Es un hecho: INEGI es la institución más confiable en materia estadística en la nación, muy por encima de la SEP o de la Secretaría de Educación en el Estado, que en los últimos quince años ha perdido toda credibilidad en materia de construcción de indicadores, toda vez que los funcionarios que se han encontrado al frente no han titubeado en lo absoluto en esconder la información verídica o en manipularla a su antojo, llegando al extremo de intentar engañar al pueblo de Michoacán y de convertir a los gobernadores en voceros de datos falsos. Empero, se requieren organismos autónomos e independientes en Michoacán que construyan información, que elaboren estudios e investigaciones sobre la entidad federativa para poder conocer mejor la realidad en que vivimos y afrontar de mejor manera los inmensos retos colectivos que nos preocupan y ocupan.

INEGI ha desmentido sucesivamente a un gobierno de extracción perredista, del cual ya prácticamente todos los involucrados en el engaño son conspicuos militantes morenistas; a un gobierno priista que se han desperdigado en partidos confesionales, en partidos políticos patrimoniales y en expresiones mercenarias, así como, actualmente en el PRD, partido que se debate en el dilema de aliarse o desaparecer. No les quitemos la vista de encima a los presuntos responsables, los nombres son totalmente públicos y rastreables. Varios hasta andan en campaña permanente. Igualmente, los testimonios de las víctimas de estas infamias están al alcance vecinal o comunitario. Decidamos como ciudadanos de qué lado de la historia queremos estar: apoyando a las víctimas del analfabetismo a ejercer su derecho a aprender o de quienes por conveniencia legitiman a los culpables de la ignorancia de cientos de miles de michoacanos.

No podemos seguir cargando más con el inmenso lastre que implica el mal gobierno, el cual perpetúa los males sociales. Se acercan los tiempos electorales. Está en cada uno de nosotros hacer una buena elección de candidato. Y si usted conoce a alguien que haya tenido que ver con responsabilidades en torno al analfabetismo, bien haría en cuestionarle, en preguntarle directamente qué fue lo que hizo, por qué permitió este genocidio cultural, esta eugenesia contra los adultos mayores, que a la vez parece dirigida a condenar a la sociedad michoacana al rezago educativo eterno, a ser el frutero de México y de los países poderosos, pariendo y velando indistintamente a quienes nunca vieron ni verán la luz del conocimiento humano.

¿Hasta dónde vamos a seguir soportando el analfabetismo sin clamar por justicia y un golpe de timón? Nos faltan 242 mil 339.

El derecho a aprender de los michoacanos está gravemente vulnerado. Desde Mexicanos Primero Michoacán advertimos desde hace tiempo que, ante la negativa institucional por estudiar y comprender a fondo la realidad educativa estatal, sería el Censo Nacional de Población y Vivienda 2020 el que esclarecería la situación. El momento llegó. Se debe conformar una Comisión de la Verdad para poder cuanto antes explicar, comprender y deslindar responsabilidades de este fenómeno, para evitar que se politice en el proceso electoral.

Aunado a lo anterior, desde Mexicanos Primero Michoacán exigimos una explicación inmediata de lo acontecido, reparación del daño a las víctimas de la inefectividad gubernamental, esclarecimiento del gasto educativo en abatimiento al rezago educativo y al analfabetismo y rendición puntual de cuentas dando parte a las autoridades de fiscalización y ante los tribunales a que haya lugar. Es inadmisible que el analfabetismo continúe presente en nuestra tierra de esa manera tan vigente.

En adición, no basta la exigencia de justicia. Debe haber una auténtica política alfabetizadora en Michoacán. Debe diseñarse de cara a la sociedad civil organizada, de la mano de los académicos, investigadores, así como de los maestros y promotores educativos que sí conocen lo que es alfabetizar. De esta manera, se tendrá una política pública integral, validada, legitimada y que podrá recorrer el ciclo de mejora continua con la aportación de todos los actores clave intervinientes.

Sigamos luchando por el derecho a aprender, principal motor de la evolución de nuestros hijos. No perdamos el ideal, no abandonemos la esperanza, ni la perseverancia en la exigencia: Merecemos

con urgencia un gobierno educador. Hagamos que suceda. Más aún, a pesar de todo lo ya dicho en esta entrega, no nos quedemos en la denuncia, ni en el reclamo: la causa nos debe llevar de la protesta a la propuesta, así como a exigir respuesta.

Y usted, amable lector, ¿qué opinión le merece la situación en torno al analfabetismo en Michoacán? ¿Qué recomienda hacer al respecto? ¡Sea parte del cambio!

Si tiene usted alguna opinión, comentario, testimonio, evidencia o aporte qué realizar al respecto, su valiosa contribución será bienvenida en eaviles@mexicanosprimero.org y en Twitter en @Erik_Aviles

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